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Producir verduras hoy en el partido de Moreno
28/04/2023

Historias de vida y desafíos presentes

1° parte: la familia Ferreyra

Para llegar a la quinta donde hace casi cincuenta años producen verduras Nicolás Ferreyra y su familia, se agarra por ruta 23 hasta Cruce Castelar y se dobla hacia la izquierda por Álvarez Prado. Luego de unas 25 cuadras se gira nuevamente a la izquierda por Moctezuma y se atraviesa el barrio que se asentó en tierras sobre las que desde la década del 70 trabajan los Ferreyra. Entonces uno se topa con la tranquera de ingreso.

Ahí se figura el horizonte ancho típico de un paisaje semi-rural y su sonido ambiente: un tero que canta, un motor de agua, un gallo. Eso de un lado. Del otro, la mancha urbana avanza al paso de las tomas de tierra que fueron produciéndose en la última década y media, achicando cada vez más la franja destinada a la producción de verduras.

¿Qué desafíos enfrenta una familia agricultora actualmente en la ciudad de Moreno? A la sombra de unos sauces, cerca de la casa familiar, nos sentamos a conversar una tarde del mes de octubre pasado con Nicolás Ferreyra, su hijo Cristian y su compañera Mónica.

De izquierda a derecha: Gustavo, Mónica, Cristian, Matías, Nicolás y Diego. Foto: Lucía Carella.

Changuito comunitario: ¿Cómo y cuándo empezaron a trabajar en estas tierras?

Nicolás Ferreyra: “Vinimos con mi familia en el año 76, desde Villa Atamisqui, Santiago del Estero. Yo tenía 11 años y todavía iba a la escuela, a cuarto grado. Los primeros días de diciembre mi viejo me traía para que fuera aprendiendo. Recuerdo que el primer año juntaba frutillas.”

CH: Cuando ustedes vinieron, ¿esta zona era productiva?

Nicolás: “Toda productiva. Este campo tenía 70 hectáreas, hasta la escuela N°8. Trabajaban como 70 personas. Los dueños de las fincas eran italianos y un español. Esto fue hace casi cincuenta años. Ahí ellos empezaron a dividirse y de este lado quedó Joaquín Lorenzo, el español. Nosotros quedamos trabajando con él.”

Remolacha, rabanito y perejil cosechados en la quinta de la familia Ferreyra
Nicolás y Mónica, pasando plantines a tierra; arando la tierra.

¿Qué estaba pasando en el país durante estos años? Hagamos un breve zoom histórico: el proceso de desindustrialización que comenzó en Argentina a mediados de la década del 70, reorientó el sentido de las migraciones internas. Si entre las décadas de 1930 y 1970 las grandes oleadas migratorias se habían dirigido hacia los centros urbanos y sus periferias atraídas por la industrialización, a partir de entonces la tendencia se orientó hacia ciudades medianas, tratándose mayoritariamente de trabajadores de servicios vinculados a la producción agropecuaria. Este parece haber sido el caso de la familia Ferreyra cuando llegó a Moreno.

Cristian Ferreyra (hijo): “Yo también empecé a trabajar en la tierra desde chico, cuando tenía suficiente edad. Primero era arrancar el tractor, después escardillar (*Limpiar el campo preparándolo para la siembra). En ese momento desde acá se llevaban dos o tres camiones de verduras para el mercado del Abasto, todas las semanas. Me acuerdo que había una cantidad de liebres increíble. Esto era todo campo, hasta el arroyo. La liebre tenía lugar para estar. Venían a comer verduras. A partir del 2008 empezaron las tomas por esta zona, en el bajo, y acá, en nuestros terrenos, en el 2012. Ya las liebres no tenían donde correr, hacían un paso y se chocaban con las paredes.”

Cristian y su hija Kiara
El nuevo barrio llega hasta el borde del campo de la familia. Foto: Lucía Carella.

Una vez fallecido “el español”, quedó a cargo su hijo, “el gallego”, quien administraba las semillas y los químicos. Nicolás y su familia ponían la mano de obra. En ese momento trabajaban sobre 38 hectáreas. Esto fue hasta el año 93. Después el Gallego se fue y la familia Ferreyra, que ya conocía cómo se trabajaba, se hizo cargo y continuó produciendo hasta el presente.

En ese momento de la charla Mónica entró a la casa y volvió a salir con una tortilla santiagueña, que repartimos y saboreamos con devoción.

Changuito: Ya más cerca del presente, el tema de no usar venenos, ¿Cómo se fue dando?

Nicolás: “A medida que íbamos viendo que había demanda, y que muchos se enfermaban, empezamos a graduar el uso. Ya hace seis años que trabajamos sin químicos. Al principio costó por las plagas, después despacito fuimos viendo cómo manejarnos. Como es sano, nosotros mismos trabajamos más tranquilos, sin miedo.”

Changuito: ¿Está faltando conocimiento y asesoramiento sobre cómo resolver algunos inconvenientes que se presentan?

Cristian: “Si, los conocimientos que tenemos son más bien básicos, por ejemplo, con alguna planta aromática o compuestos de ortiga, pero faltaría interiorizarse más, necesitamos gente que se acerque con más ideas.”

Nicolás recibiendo el certificado de producción agroecológica del Ministerio de Desarrollo Agrario de Buenos Aires. Detrás, el Ing. Eduardo Cerdá, Director Nacional de Agroecología, y Mariel Fernández, intendenta de Moreno.

Situación actual

Cristian: “Hace un año que el motor de agua está parado. Contábamos con un motor para el sistema que tenemos, que es riego por inundación. Hacemos un canal en la tierra y se va regando todo. Pero hace un año que no podemos contar con él. Justo cuando pasó eso, yo, que soy quien le da arranque, me lastimé. Estuve cinco meses sin poder hacer nada. Todavía no lo pudimos arrancar. Así que estamos sin agua hace un año, esperando que llueva”[1].

Lamentablemente todo este año no fue llovedor. La lluvia que hubo alcanzó solamente para sacar el polvo que había en la tierra. Estamos tratando de aguantar como podemos, con la cosecha que ya habíamos hecho este año. Pero la situación cada vez se pone peor. Lo que hacemos ahora básicamente es un poco de mantenimiento. Incluso si nos pusiéramos a limpiar toda la quinta para sacar los yuyos, el sol quemaría la planta. Es preferible que esté rodeada para que mantenga un poco la humedad de la tierra, con ese rocío de la mañana, y que el mismo yuyo se encargue de hidratar algo.”

Una planta de arveja intenta sobrevivir a la falta de agua. Fotos: Lucía Carella.

Creemos que esta parte de la charla condensa varias cuestiones. Por un lado, ilustra las dificultades que enfrentan los pequeños productores, muchas veces agravadas por el escaso apoyo estatal. Por otro, muestra los conocimientos prácticos que ponen en juego para sortear los problemas (en este caso de acceso al agua). Un conocimiento adquirido por la experiencia, fundamental para que el alimento llegue a nuestros hogares, y que sin embargo sigue estando muy poco valorado y reconocido por nuestra sociedad. Sin dudas estamos en deuda con respecto a esto.

Nos llamó la atención la manera en que Cristian se refiere al año como poco llovedor. El año parece estar dotado de una cualidad, casi como si tuviera personalidad. ¿Será esta una huella de un vínculo diferente con la naturaleza? Distinto al que existe en el modo de producción dominante, que ve a la tierra como un objeto inerte al que se puede explotar sin importar las consecuencias, siempre que sean rentables. Por el contrario, la agroecología, como modo de producción alternativo y emergente, tiene como trasfondo una relación respetuosa y consciente con el entorno del que formamos parte. Esto puede deberse, en parte, a que se trate de una unidad de producción pequeña que propicia un vínculo diferente.

La charla con la familia Ferreyra nos deja, por un lado, la bella sensación de profundizar el vínculo con quienes producen la verdura que hace años consumimos. El sabor de la misma seguramente sea distinto a partir de estos encuentros. Por otro lado, la certeza de que las dificultades que enfrentan son también nuestras, si nos vemos como una red interdependiente.

Las dificultades para acceder al agua, la urbanización que avanza sobre tierras productivas, el escaso asesoramiento técnico a las y los productores inciden directamente en nuestra calidad de vida presente y futura. Tomar conciencia de esto se vuelve algo cada vez más necesario y urgente en los tiempos en que vivimos, tan necesitados de ciudadanías comprometidas e involucradas en los asuntos comunes.

Entonces uno de los desafíos que tenemos por delante pasa por estrechar los lazos que unen a productores con consumidores, para encontrar las dificultades compartidas y transformarlas en oportunidades que fortalezcan las tramas que nos unen.

CONTINUARÁ…

[1] Esta charla fue en octubre del año pasado. Por suerte la familia pudo volver a arrancar la bomba de agua. Pero ahora tienen otro problema y es la poca agua que está saliendo, debido a la sequía y la bajante de las napas.

Gustavo cierra el alambrado de entrada a la quinta de la familia Ferreyra. El ocaso acaricia tibiamente, un día más, a la tierra.
Categorías: Comercio Justo | Destacadas

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